
Kolaborazioa - Patricia Ruiz Cascajar (afectada por el Plan de Especial de Rehabilitación de Txabarri - El Sol)
Sestao debe de ser un grano en el culo para quienes no son de Sestao, principalmente para el Gobierno Vasco, de otra manera no se alcanza a entender la desidia con la que afrontan los graves problemas que acechan nuestro pueblo, que son todos y más (mayores tasas de paro, pobreza, violencia contra las mujeres, contaminación…. ). Pero donde mejor se representa esta dejadez institucional, es indudablemente en la parte baja de Sestao (Txabarri-El Sol), basta darse una vuelta para ver la degradación urbanística de la zona, o más bien el borrado urbanístico de la zona; los solares vacíos que está cosechando el Ayuntamiento y el Gobierno Vasco a golpe de derribos y expedientes de ruinas cada día son más visibles.
Uno de los casos que mejor representa este malhacer es el solar de la esquina entre la calle Txabarri y el parque Vicente Díaz. Solar ocupado hasta hace poco por una casa que en su momento se publicitó como buen ejemplo del plan de rehabilitación del barrio: en una revista municipal buzoneada a todo color la casa más bonita de todas era esa que ahora ya no existe.
Las casas más antiguas de Sestao se están cayendo, las están dejando caer y decidiendo incluso cuando deben caerse. Y todo ello tras malgastar dinero público y sangrar a sus habitantes a golpe de derramas, y más derramas, para dar soluciones parciales, casi imposibles de asumir y que suponen un bucle sin salida para muchas familias que caen en la morosidad. Morosidad que las instituciones sólo atajan, con muy poco éxito, a través de enjuiciamientos entre vecinos y vecinas. Derramas que suponen un desembolso importantísimo para personas, mujeres en muchos casos, cuyo poder adquisitivo es generalmente el más bajo del territorio.
El Ayuntamiento nos obliga a pagar informes técnicos cuyas propuestas no podemos llevar a cabo, o sólo podemos acometerlas poco a poco y en ese itinere aparecen daños cada vez más estructurales. Y en éstas estamos, en la calle Los Baños 49 -apenas concluidas varias intervenciones, repitiéndonos por enésima vez que el edificio está bien, pero reparando la putrefacción de una viga maestra que no habían detectado, que podían haber subvencionado, sabiendo que es más que probable que el mismo daño se esté reproduciendo en otras partes de la casa, que nos supone una nueva derrama de cinco mil euros, donde soportamos una cuota de comunidad de cien euros mensuales, donde la mitad del vecindario acusa una alta morosidad y muchas familias un importante endeudamiento hipotecario- cuando, aparece una amenaza todavía mayor. Las temidas termitas, que el Ayuntamiento sabía que existían en el edificio colindante, pero, casualidad, justo antes de las elecciones no vio la necesidad de hacer catas en el nuestro porque supuestamente un muro de cemento hacía de contención; pero resulta que sí, que las había y las hay para dar y tomar. Y a estas alturas de la película hasta te da qué pensar si las habrán colocado ahí a posta. No lo creo, pero es a la situación a la que nos están llevando, porque esta película es de un terror espeluznante y no tiene visos de acabar, aunque sea de forma fatal, esto es, otro solar vacío para la colección (de futuros especuladores).
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